domingo, 1 de junio de 2014

Las gorgonas y la Yama-uba: unas damas peculiares

Como ya sabéis no hay nada que me guste más que hacer comparativas entre las distintas mitologías del mundo, desentrañando cada historia y comprobando cómo los sentimientos universales del hombre se han dado en todas las épocas y lugares. Pasiones que la mitología de diversas tradiciones se ha encargado de dar forma a través de la antítesis monstruo-héroe, oposición que aún hoy en día sigue muy presente (no hay más que echar un ligero vistazo a la cartelera de nuestros días) y que viene a confirmar nuevamente que no hay más que entrenar un poco la mirada para percatarse de que la huella de la tradición mitológica se respira al margen de la distancia y el tiempo, pues son éstas historias que nos hablan del hombre, ese ser que, digan lo que digan, no cambiará nunca. Al fin y al cabo ya sabéis: nihil novum sub sole ;)
Pues bien, en mi tercera entrega de mitología clásica vs. mitología japonesa, hoy os presento a dos damas con un encanto ciertamente peculiar. Se trata de la Gorgona y la Yama-uba. Esta última no es sino un demonio que habita en los bosques profundos de las montañas de Japón, dedicándose a cazar a los viajeros que se pierden en ellos. Yama-uba tiene el aspecto de una mujer vieja, generalmente horrible. Su pelo es blanco, largo y de oro, y puede animarlo o convertirlo en serpientes; viste un kimono generalmente rojo, asqueroso y hecho andrajos. Se dice que su boca cubre la anchura entera de su cara y algunas versiones le dan una segunda boca en la parte posterior de su cabeza.

Dos representaciones de la Yama-uba; cada cual más
horrenda. ¿No os parece?





Medusa, la gorgona más famosa a la que Teseo aniquiló
cortándole la cabeza, de cuya sangre nació el caballo alado Pegaso.
En el caso de las Gorgona, también es característica su cabellera, formada por serpientes vivas; así como su horrible sonrisa, en la que luce dos grandes colmillos. También se caracteriza por sus alas de oro, su cuerpo cubierto de escamas de bronce y las garras de sus pies y manos.  La peculiaridad mayor de estos seres reside en su mirada, capaz de convertir en piedra a cualquier ser que la sufra. Estos terribles seres vivían el extremo de Occidente, cerca del reino de los muertos y eran temidos tanto por mortales como por inmortales.


Como vemos, ambas son “damas” de aspecto horrendo que al parecer no recibían a sus visitantes con demasiado agrado. ¿Quién es el valiente que se atreve a hacerles una visitilla?

lunes, 26 de mayo de 2014

Las sirenas y los kappa: aguas peligrosas

Hoy os voy a hablar de dos seres enigmáticos y en cierto modo atrayentes, pues ¿quién no se ha quedado mirando alguna vez a la superficie del agua preguntándose qué habrá debajo que nuestra vista no puede alcanzar? 
Las aguas clásicas albergan a las consabidas sirenas, mientras que en las aguas japonesas se esconden los temibles kappas.

Reproducción fantástica de un kappa
Ambas son criaturas mitológicas que comparten varios aspectos. El primero de ellos es su hábitat acuático: las primeras habitan en el mar, mientras que los segundos en los ríos y las lagunas de Japón. Al igual que las sirenas, los kappa forman parte de la criptozoología, ya que en supuestas ocasiones se dice que han sido divisados. En la apariencia sí difieren, aunque coinciden en su rareza: las sirenas, según la iconografía más antigua, son mitad mujer, mitad ave. Entretanto, los kappa suelen representarse como pequeños seres con forma de rana y del tamaño de un niño. Su cara tiene aspecto de tortuga y en ocasiones se les representa con un caparazón en la espalda. Utilizan sus extremidades con forma de aleta para desplazarse y nadar a gran velocidad. Pero lo más interesante de los kappa es que tienen una cavidad en la cima de sus cabezas que está llena de agua, de donde, según la leyenda, procede toda la energía de estos seres. Si salen a la superficie y por evaporación u otro fenómeno pierden el agua de sus cabezas, entonces pierden sus poderes y pueden incluso llegar a morir.
Imagen del pasaje de Odiseo y las sirenas en vasija griega
Pero si su aspecto es diferente, uno y otro coinciden en su comportamiento perverso y cruel. Las sirenas, según la leyenda más antigua, atraían con su música a los navegantes  para que naufragaran al acercar sus barcos a la costa rocosa, así como para devorarlos. Los kappa, por su parte, suelen ser el personaje malo en los cuentos tradicionales japoneses, dedicándose a mirar muchachas a escondidas mientras ellas se desvisten, roban hortalizas en los huertos y raptar a niños o mujeres. De hecho, una de las comidas favoritas de los kappa son los niños humanos, manjar al que no se pueden resistir. Según diversas interpretaciones, los kappas absorben la energía de sus víctimas chupándoles la sangre, comiéndose el hígado o las entrañas.

Aun así, según la mitología, los kappa son seres muy educados que siguen a la perfección el código de conducta japonés. Por esto, según la tradición, para poder escapar de un kappa solo es necesario hacer una reverencia; el kappa se verá obligado a devolverla, dejando caer el agua de su calva y perdiendo temporalmente sus poderes. Por el contrario, en el caso de las sirenas, no hay estratagema alguna que permita resistirse a su canto, aunque en dos de los episodios literarios más famosos se nos cuentan cómo dos grupos de marineros lograron escapar de las horrendas criaturas. En la leyenda de Jasón y los Argonautas, los marineros se salvaron del desastre gracias a la habilidad de Orfeo, que salió vencedor en una suerte de competición musical con ellas, de manera que éstas se transformaron en piedra, o  según  otras versiones, se arrojaron al mar para darse muerte. En el caso de la Odisea, Ulises tapó con cera los oídos de los miembros de su tripulación para evitar que escuchasen la música de las sirenas, de manera que no fueron sometidos a su encanto. 

jueves, 17 de abril de 2014

Las harpías y los gakis: un apetito voraz

Aquí os traigo una nueva entrega de mitología clásica vs. mitología japonesa. ¿Quién se lleva la palma en cuestión de monstruosidad? Vosotros decidís!!!

En la mitología japonesa, los gakis son las almas de quienes en vida se entregaron a su avaricia y a su egoísmo y cometieron todo tipo de actos sucios para satisfacerlas. Así pues, son los fantasmas hambrientos condenados a intentar saciar para siempre su hambre y su sed infinitas con cosas repugnantes como cuerpos en descomposición o heces de animales; del mismo modo, también son notorias sus ansias por la sangre. 
Sobrecogedora imagen de un gaki

Este rasgo perverso también lo vemos reflejado, en el caso de la mitología clásica, en las harpías, raptoras de niños y de almas. Asimismo,en cuanto a su relación con la comida y lo repugnante, destaca su actuación en la leyenda del rey Fineo, al cual le arrebataban sistemáticamente los alimentos y ensuciaban con sus excrementos todo lo que no podían llevarse. También es fácil ver ciertos paralelismos en cuanto al aspecto de unos otros: los gakis tienen un aspecto demacrado, con enormes garras en pies y manos y un estómago hinchado por su eterna búsqueda de alimentos; en cuanto a las harpías, se las suele representar como aves con cabeza femenina y también con afiladas garras.
Distintas representaciones de las harpías: a la derecha una reproducción clásica; 
a la izquierda una versión más fantástica.

viernes, 28 de marzo de 2014

Susanowo, el dios de la tormenta

Susanowo matando a Yamata-no-Orochi - Toyohara Chikanobu
Hoy os voy a hablar de la leyenda de Susanowo, el dios de la tormenta de la mitología sintoísta japonesa. En concreto, el fragmento que sigue alude al episodio en el que Susanowo se enfrenta a Yamto-no-oroshi (el dragón de ocho cabezas del que os hablé en la entrada anterior) para liberar a la princesa del arrozal. Esta aventura tiene lugar cuando, tras el enorme caos provocado por el dios por su enojo a causa de haber recibido el reino del océano y no el de la tierra, los dioses le obligaron a descender a la tierra de la llanura de los juncos, donde tiene lugar su aventura.

"Susanowo está preocupado por lo que le pasa, abandonado por los suyos, falto de verdaderos fieles y sin saber nunca si obra bien o mal. Sin tierra, poder, privilegios ni buena reputación, ya no es nada en el país de los dioses. Sale a la aventura, disfrazado de hombre. Llega a Izumo. El país parece abandonado: las casas están cerradas y no hay nadie por las calles. Oye uno sollozos cerca e, intrigado, entra en una casa empuñando la espada, listo para defenderse. Allí descubre a dos ancianos que lloran y una muchacha muy bella que se llama Kunisada. El hombre explica que esta chica es la última de sus ocho hijas. Las otras siete fueron devoradas una tras otra por un dragón de ocho cabezas y ocho colas. Todos los años, el dragón entra en el pueblo para buscar su presa. Al día siguiente debía ir a buscar a Kunisada, la última de sus hijas, para llevársela y devorarla como ha hecho con todas las otras. Los campesinos no saben que el joven caballero que han recibido es Susanowo, el dios de las tormentas. Este, impresionado por su tristeza y deslumbrado por la belleza de la muchacha, está dispuesto a luchar con el monstruo. Sin embargo, duda ante el peligro, pero un rugido procedente del exterior le recuerda la urgencia de su decisión. Se decide y afirma resueltamente: “Defenderá a la joven aunque deba dejar mi vida en ello”, y al momento la transforma en peine para que el monstruo no pueda encontrarla. Pide que lo reciban esa misma noche, visita la ciudad, concibe un plan de batalla y solicita que todos los habitantes del pueblo se reúnan. Susanowo exige que se le obedezca en todo. Ordena que se talen árboles, que se coloquen postes alrededor del pueblo y que se construya una gigantesca empalizada. Los aldeanos se ríen de él, pues saben muy bien que el dragón lo quema todo a su paso: una fortificación de madera no va a detenerlo. Más intrigantes son los ocho agujeros que Susanowo hace excavar dentro del recinto, delante de cada uno de los cuales hace colocar una jarra enorme llena de sake. Por la mañana llega el dragón. Muchos aldeanos huyen, otros se esconden en las casas; estos últimos, más valientes o más curiosos, vigilan. El
monstruo ve la palizada y se dispone a incendiarla, cuando percibe el olor que flota en el aire y se acerca todo lo que puede: huele la madera, se acerca al primer agujero y encuentra el espacio justo para poner la nariz. En los ocho agujeros, pone sus ocho cabezas, y cada garganta de un solo trago bebe y vacía en un momento la jarra que se encuentra delante. Así, se embriaga, no es capaz de dominarse, se tambalea y todos sus miembros tiemblan. Susanowo, que estás vigilando, llama al monstruo al combate cuando este se dispone a incendiar la empalizada. El dragón se burla de este adversario que para él no será más que un bocado. Sin embargo, las cabezas le dan vueltas. Titubea y le faltan los reflejos. Sus golpes demasiado lentos son fáciles de esquivar, y Susanowo corta una tras otra sus ocho cabezas. Susanowo devuelve a Kusinada a su forma primitiva, se casa con ella y engendra muchos hijos."
COMTE, F. World Mithology (Spanish edition) , 1ª ed. Barcelona: Larousse, 2006.


jueves, 27 de marzo de 2014

YAMATA-NO-OROCHI (el dragón de Izumo) vs. LA HIDRA DE LERNA

Hoy os traigo dos portentosas criaturas de la mitología japonesa y griega. Dos versiones del terror que no consiguieron helar la sangre de los héroes que las derrotaron: Susanowo y Heracles. ¿Adivináis a cuál corresponden cada una de las descripciones que se detallan a continuación?


El dragón era una bestia terrible, tan enorme que su poderoso cuerpo se extendía por ocho montañas y ocho valles, y los árboles y el musgo sobresalían de su escabroso escondrijo. Poseía ocho colas retorcidas, ocho terribles cabezas, cada una de ellas con ojos tan rojos como la cereza de invierno de Japón, y tenía un vientre repulsivamente inflamado.



Nunca se había visto una criatura de tal horror. Se trataba de un antiguo y despiadado monstruo acuático con forma de serpiente policéfala, cuyo número de cabezas varía según las distintas versiones: algunos hablan de tres cabezas, otros de cinco o nueve, hasta cien dicen otras fuentes… una de dichas cabezas, situada en el centro y recubierta por láminas de bronce, era inmortal. Los griegos creían que la Hidra no podía ser dañada y en caso de perder un cabeza, otra crecía casi al instante. Su aliento pestilente emanaba una toxicidad infame capaz de aniquilar a cualquier humano o animal.

miércoles, 26 de marzo de 2014

¿Mitología? ¿Qué es eso?

¿Un blog de mitología hoy en día? ¿Qué interés puede tener algo así? ¿Mitología? ¿Y eso para qué sirve? Cuántas veces he escuchado expresiones así. En una sociedad y en una época en la que reflexionar y escribir sobre la propia esencia de nuestros antepasados (y de nosotros mismos) resulta una práctica trasnochada, inservible y propia de frikis, ¿qué espacio nos queda para los amantes de esa"lógica irracional" antigua que nos ayuda a pensar, a ver el mundo con otros ojos y, en definitiva, a descubrir día a día un poco más quiénes somos? 

"Prometeo", Jean Cossiers
"Los dioses, los héroes y los demonios son incontables. Están presentes en la literatura, la pintura y la escultura, así como en las prácticas culturales y las costumbres cotidianas. Se involucran, aunque de forma subrepticia, en las decisiones que toman los hombres, en las acciones que los guían.
Es una historia antigua, reveladora de una sociedad. Aquel que desdeña la mitología no ha comprendido a los pueblos antiguos. Los dioses han representado, cristalizado, manifestado lo que para estas comunidades era lo sagrado, es decir, lo esencial, lo intocable. Estaban más en los corazones que en la realidad. Expresaban sin reserva alguna las necesidades, los deseos y las aspiraciones de los hombres, así como aquello que los hacía trascender más allá de la mediocridad de su condición, los límites de sus acciones o el azar de sus decisiones. Así, los relatos mitológicos no prestan atención a las condiciones materiales ni a los límites de tiempo y espacio. Son por entero "prodigiosos", de modo que para entenderlos bien es preciso dejar de lado toda lógica racional. Sin duda, se dirigen a una parte de nosotros mismos que no está desvinculada de nuestra experiencia cotidiana, sino que se desliza sobre ella con gran libertad."  COMTE, F. World Mithology (Spanish edition) , 1ª ed. Barcelona: Larousse, 2006.