viernes, 28 de marzo de 2014

Susanowo, el dios de la tormenta

Susanowo matando a Yamata-no-Orochi - Toyohara Chikanobu
Hoy os voy a hablar de la leyenda de Susanowo, el dios de la tormenta de la mitología sintoísta japonesa. En concreto, el fragmento que sigue alude al episodio en el que Susanowo se enfrenta a Yamto-no-oroshi (el dragón de ocho cabezas del que os hablé en la entrada anterior) para liberar a la princesa del arrozal. Esta aventura tiene lugar cuando, tras el enorme caos provocado por el dios por su enojo a causa de haber recibido el reino del océano y no el de la tierra, los dioses le obligaron a descender a la tierra de la llanura de los juncos, donde tiene lugar su aventura.

"Susanowo está preocupado por lo que le pasa, abandonado por los suyos, falto de verdaderos fieles y sin saber nunca si obra bien o mal. Sin tierra, poder, privilegios ni buena reputación, ya no es nada en el país de los dioses. Sale a la aventura, disfrazado de hombre. Llega a Izumo. El país parece abandonado: las casas están cerradas y no hay nadie por las calles. Oye uno sollozos cerca e, intrigado, entra en una casa empuñando la espada, listo para defenderse. Allí descubre a dos ancianos que lloran y una muchacha muy bella que se llama Kunisada. El hombre explica que esta chica es la última de sus ocho hijas. Las otras siete fueron devoradas una tras otra por un dragón de ocho cabezas y ocho colas. Todos los años, el dragón entra en el pueblo para buscar su presa. Al día siguiente debía ir a buscar a Kunisada, la última de sus hijas, para llevársela y devorarla como ha hecho con todas las otras. Los campesinos no saben que el joven caballero que han recibido es Susanowo, el dios de las tormentas. Este, impresionado por su tristeza y deslumbrado por la belleza de la muchacha, está dispuesto a luchar con el monstruo. Sin embargo, duda ante el peligro, pero un rugido procedente del exterior le recuerda la urgencia de su decisión. Se decide y afirma resueltamente: “Defenderá a la joven aunque deba dejar mi vida en ello”, y al momento la transforma en peine para que el monstruo no pueda encontrarla. Pide que lo reciban esa misma noche, visita la ciudad, concibe un plan de batalla y solicita que todos los habitantes del pueblo se reúnan. Susanowo exige que se le obedezca en todo. Ordena que se talen árboles, que se coloquen postes alrededor del pueblo y que se construya una gigantesca empalizada. Los aldeanos se ríen de él, pues saben muy bien que el dragón lo quema todo a su paso: una fortificación de madera no va a detenerlo. Más intrigantes son los ocho agujeros que Susanowo hace excavar dentro del recinto, delante de cada uno de los cuales hace colocar una jarra enorme llena de sake. Por la mañana llega el dragón. Muchos aldeanos huyen, otros se esconden en las casas; estos últimos, más valientes o más curiosos, vigilan. El
monstruo ve la palizada y se dispone a incendiarla, cuando percibe el olor que flota en el aire y se acerca todo lo que puede: huele la madera, se acerca al primer agujero y encuentra el espacio justo para poner la nariz. En los ocho agujeros, pone sus ocho cabezas, y cada garganta de un solo trago bebe y vacía en un momento la jarra que se encuentra delante. Así, se embriaga, no es capaz de dominarse, se tambalea y todos sus miembros tiemblan. Susanowo, que estás vigilando, llama al monstruo al combate cuando este se dispone a incendiar la empalizada. El dragón se burla de este adversario que para él no será más que un bocado. Sin embargo, las cabezas le dan vueltas. Titubea y le faltan los reflejos. Sus golpes demasiado lentos son fáciles de esquivar, y Susanowo corta una tras otra sus ocho cabezas. Susanowo devuelve a Kusinada a su forma primitiva, se casa con ella y engendra muchos hijos."
COMTE, F. World Mithology (Spanish edition) , 1ª ed. Barcelona: Larousse, 2006.


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